Los griegos que al principio eran una
nación muy débil, porque se encontraban bajo el dominio de Creta, fueron
surgiendo de a poco gracias a que Hércules, en uno de sus trabajos tuvo que
capturar al toro de dicha ciudad (este representaba el poder divino en la
tierra) y al hacer esto, automáticamente se cortaba el pago que debía de hacer
Grecia a Creta; y también en que gracias a Teseo (asesino del Minotauro), al
ofrecerse como ofrenda para la bestia, pero derrotándolo en su propio
laberinto, significó la libertad de la naciente Grecia hacia Creta.
Esta fue desapareciendo y fue Grecia
la que tomó el poder del comercio, los hechos más importantes y también de los
dioses más significantes de la mitología antigua, como ya mencionamos
anteriormente a los olímpicos y al que reinaba en el mundo de los muertos.
Una nueva nación, que después sería
una gran potencia, comenzó a surgir, Roma.
Esta veía que le faltaba algo muy
importante, una religión estable, que por supuesto los griegos eran poseedores
gracias a los olímpicos.
Por este motivo y también porque
querían nuevas tierras para su futuro reino es como conquistan Grecia y adoptan
a sus dioses, pero le cambian de nombre:
Zeus por Júpiter, Hera por Juno,
Poseidón por Neptuno, Atenea por Minerva, Ares por Marte, Afrodita por Venus,
Apolo por Febo Artemisa por Diana, Hermes por Mercurio, Dionisio por Baco,
Hefesto por Vulcano, Hades por Plutón
Es por esto que los dioses olímpicos
fueron cambiados de nombre, pero aun así seguían siendo adorados como en la
Grecia antigua, y así siguieron hasta que una nueva “amenaza” para los dioses
apareció, un hombre que cambió el mundo con su muerte, Jesucristo. Cuando el
murió, descendió al Hades y liberó a todas las almas, derrotando al mismísimo
rey del inframundo, y cuando ascendió a los cielos, destronó al mismo Zeus y al
resto de olímpicos.
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