Es una divinidad primitiva
relacionada con los huracanes. Fue el último hijo de Gea, esta vez con Tártaro, el cavernoso vacío inferior:
Tifón intentó destruir a Zeus por haber
derrotado a los Titanes. Inicialmente, Tifón dominó a Zeus y
arrancó sus tendones, pero éstos fueron recuperados por Hermes y devueltos al
cuerpo de su dueño; tras ello, Zeus procedió a luchar con Tifón una vez más
hasta derrotarle. Vencido, Tifón fue confinado bajo el monte Etna.
Según las descripciones, Tifón era un
colosal y espeluznante monstruo alado cuya estatura era tal que podía alcanzar
las estrellas. Poseía cabezas de dragón por
dedos y un gran número de serpientes se hallaba repartido entre sus muslos, con
incluso más serpientes formando sus piernas a partir de éstos. Tifón podía
abrasar todo lo que se le opusiese con su ígnea mirada, así como vomitar fuego
y lava de
su boca, crear huracanes y terremotos moviendo
sus alas.
El Himno homérico a Apolo hace del
monstruo Tifón en Delfos un hijo de la arcaica Hera en su
forma minoica,
generado por ella sola, como una versión monstruosa de Hefesto,
parido en una cueva de Cilicia y confinado allí en la misteriosa tierra de Arimos. Fue en Cilicia donde Zeus
luchó con el monstruo y lo derrotó. En la batalla, Tifón atacó a Zeus con sus
llamas, derrotándole temporalmente, cortándole los tendones y dejándole en un
saco de cuero, el korukos, que es
el origen etimológico de korukion
atron, la cueva Coricia.
Walter Burkert advierte
algunas coincidencias cercanas de esta historia con el mito hitita de Illuyanka.
El inveterado enemigo de los dioses olímpicos fue finalmente derrotado
por Zeus y arrojado al Tártaro, o encerrado bajo el volcán Etna donde «su lecho
raspa y aguijonea todo el largo de su espalda extendida contra él», o en otras
regiones volcánicas, donde es el causante de las erupciones. Tifón es pues la
figuración crónica de las fuerzas volcánicas, como Hefesto es la
manifestación olímpica.
Sin embargo, esta no es la única
versión de la Tifonomaquia:
Hesíodo,
en su Teogonía, hace que Zeus lo derrote fácilmente
saltando desde el Olimpo y envolviendo sus cabezas con las llamas producidas
por sus armas, siendo arrojado al Tártaro.
Según el relato de Ovidio,
cuando Tifón emergió del seno de la Tierra, los dioses, por miedo a él, huyeron
hacia Egipto. Tifón los alcanzó y entonces ellos se vieron forzados a mutarse
en diferentes animales. Ovidio no
relata más detalles de la lucha de Tifón contra los dioses y pasa directamente
al momento en el que fue derrotado, quedando atrapado entre el Peloro, el
Paquino, el Lilibeo y el Etna. Luchó entonces por librarse del peso de los
montes y las ciudades, pero no pudo, y la tierra tembló tanto que hasta el
mismo Hades sintió temor y salió
de su honda sede a inspeccionarla.
Entre los hijos que Tifón tuvo
con Equidna están Cerbero, Ortro, la Quimera, la Esfinge, la Hidra de Lerna,
el dragón Ladón, el León de Nemea,
el Águila de Prometeo, el Dragón de la Cólquida y la Cerda de Cromión. También es el padre de los
peligrosos vientos cálidos (del griego typhein,
‘echar humo’), por lo que es considerado como una posible etimología para
la palabra «tifón»,
supuestamente tomada por los persas como Tufân y por los árabes para
incluir las tormentas ciclónicas del Océano Índico.
A veces se menciona a un segundo Tifón, hijo del primero, idéntico a él
y considerado generalmente uno de los Gigantes.
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