Es el dios del fuego y de la metalurgia,
tiene patronazgo sobre los metales. Es hijo de Zeus y Hera o bien, sólo hijo de
Hera, que lo trajo al mundo mediante un contra milagro por el nacimiento de
Atenea. Hefesto era el artesano de los dioses y les fabricaba armaduras, armas
y joyas; se creía que su taller estaba bajo el monte Etna, volcán siciliano.
Está casado con Afrodita y con Áglae, la más bella de las Cárites, aunque a
diferencia de la mayoría de los maridos divinos, raramente fue licencioso. Hefesto
era bastante feo, y estaba lisiado y cojo. Incluso el mito dice que, al
nacer, Hera lo
vio tan feo que lo tiró del Olimpo y le provocó una cojera. Tanto es así, que
caminaba con la ayuda de un palo y, en algunas vasijas pintadas, sus pies
aparecen a veces del revés. En el arte, se le representa cojo, sudoroso, con la
barba desaliñada y el pecho descubierto, inclinado sobre su yunque,
a menudo trabajando en su fragua. La apariencia física de Hefesto indica arsenicosis,
es decir, envenenamiento crónico por arsénico que
provoca cojera y cáncer. El arsénico se añadía al bronce para
endurecerlo y la mayoría de los herreros de la Edad de Bronce habrían
padecido esta enfermedad. En el panteón olímpico, Hefesto estaba
formalmente emparejado con Afrodita, a quien nadie podía poseer. Hefesto estaba
contentísimo de haberse casado con la diosa de la hermosura y forjó para ella
magnífica joyería, entre ella un cinturón que la hacía más irresistible aún
para los hombres. Sin embargo, Afrodita se entregaba en secreto a Ares, el dios de la
guerra, según se narra en la Odisea. Cuando Hefesto tuvo noticia de estos amores por Helios,
el sol, que todo lo ve, tejió una red de oro irrompible casi invisible con la
que atrapó en la cama a los amantes en uno de sus encuentros. Hesíodo cuenta
que el suceso fue motivo de gran algarabía en el Olimpo, pues Hefesto llamó a
todos los demás dioses olímpicos para que se burlaran de la pareja de
amantes. Hermes,
el Argifonte,
el mensajero de los dioses comentó que no le habría importado sentir tal
vergüenza. Hefesto no quiso liberarlos hasta que prometieran terminar su
romance, y así lo hicieron, pero escaparon ambos tan pronto como levantó la red
Hefesto, y no mantuvieron su promesa. Perteneciente a la segunda generación de
olímpicos.
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